6 de agosto de 2010

Carretera y manta

Las dos tenían ganas de salir de ese apestoso tren. Había sido un viaje desastroso. La ropa se les pegó al cuerpo por el sudor y el ambiente estaba recargado de olor a tabaco, sudor y whisky del malo. La idea de coger siempre la oferta mas barata les estaba pasando factura, y ambas sabían que las vacaciones tampoco eran muy prometedoras. Abandonar el mediterráneo, las playas y los baños de sol para pasar un verano en el pueblo no les apetecía para nada, aunque algo las llevó hasta allí. Llegaron al viejo hostal, que no ofrecia nada mejor. Habia grietas y humedad. La mujer de la recepción, vieja, bajita y con el pelo queriendo ser rubio les entregó la llave de la habitación. Habian empezado las vacaciones...

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