7 de noviembre de 2011

LLUEVE.

Llevo toda la tarde intentando que el RAYO que Miguel Hernández intentó por todos los medios que cesase, cese. Y cuando ya lo tenía casi conseguido, cuando por fín había logrado dominarlo y centrarme en la poesía superficial, en la métrica y en las formas, en verlo todo como una novela, te leo a tí. Entre los versos, en una historia cercana, en un domingo parecido a un sábado, en un portal, en unos calcetines fríos, en paragüas...


¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita

de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
Este rayo ni cesa ni se agota:

de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota

y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.

Miguel HERNÁNDEZ, El rayo que no cesa

P.d: y fuera llueve muchísimo, y me he dado cuenta de que las gotas de lluvía forman la melodía perfecta para acompañar mis suspiros... cuando quieras te grabo el CD.

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